Se trata de la mayor partitura religiosa de G. Verdi y una de las cimas absolutas de la composición litúrgica de todo el siglo XIX.
La composición de esta obra cumbre está marcada por el fallecimiento de dos grandes personalidades: el músico Gioachino Rossini y el escritor Alessandro Manzoni.
Tras la muerte de Rossini en 1868, Verdi propuso al editor Ricordi la composición de una especie de Requiem “colaborativo”, en el que diversos compositores compondrían las diversas partes de la Misa. El proyecto tomó forma en la ciudad de Bolonia, en cuya iglesia de San Petronio debía estrenarse esta composición cuando se cumpliese un año desde el fallecimiento de Rossini. Tras un comité organizador presidido por Lauro Rossi, director del conservatorio de Milán, y Ricordi como secretario, se eligieron diversos compositores, que gozaron de fama en sus días, pero que hoy ya están olvidados. Verdi se reservó la composición del último número, atraído por el texto: Libera me.
Pero este gigantesco proyecto no llegó nunca a materializarse, debido a diversas desavenencias con el empresario del Teatro Comunale de Bolonia, Luigi Scalaberni, y al deterioro de la amistad de Verdi y el director de orquesta previsto, Angelo Mariani. El proyecto quedó paralizado, pues Verdi se opuso a estrenarla en otro lugar que no fuese Bolonia, ciudad vinculada al compositor Rossini. Sólo un siglo después vio por fin la luz, y la gran Messa de Requiem per Rossini fue finalmente estrenada en 1988 en la ciudad de Stuttgart gracias al director Helmuth Rilling.
Tras la muerte del escritor escritor italiano Alessandro Manzoni en 1873, Verdi retoma la idea de componer una gran misa de Requiem. Verdi tenía en gran consideración a Manzoni, y aunque no tuvo fuerza par acudir a los funerales del escritor, sentía veneración por él, tanto por sus ideales políticos de justicia y libertad, como por su excelencia literaria. Así fue como Verdi acometió la composición del Requiem completo reutilizando lo que ya había compuesto tiempo atrás (Libera me). La obra finalmente estuvo a punto para conmemorar el aniversario de la muerte de Manzoni.
La Messa de Requiem de Verdi es una obra espectacular, desde el punto de vista de la orquestación , las partes corales y el virtuosismo de las melodías destinadas a los solistas, por lo que parece haber sido concebida casi desde una perspectiva operística, a pesar de tratarse de una obra religiosa. Verdi compuso esta Misa de Requiem con casi 70 años. Para entonces era ya un aclamado compositor de óperas. No es de extrañar que concibiera su Requiem desde su experiencia en ese género, pues para entonces ya había compuesto óperas como Nabucco, Rigoletto, Il Trovatore, o Aida, entre otras muchas.
Estructuralmente la obra está dividida en siete partes o movimientos, de los cuales, el segundo (Dies Irae) es el más extenso, y de gran fuerza expresiva.
El Requiem fue interpretado por primera vez el 22 de mayo de 1874 en la iglesia de San Marcos de Milán. El éxito fue inmediato, y tras varias interpretaciones en la Scala, fue llevado a otras capitales europeas, como Londres, Viena y París, recibiendo el reconocimiento del público.
Si algo caracteriza a esta Messa de Requiem es la diversidad de recursos expresivos contenidos en la partitura: el lirismo de las melodías que evocan lo etéreo y celestial, la enérgica fuerza dramática de algunos pasajes, el tránsito por las diversas secciones de la obra desde la sutileza más sublime a la pasión más exacerbada… Es, sencillamente, una obra colosal.
En el 150.º aniversario del estreno de esta gran Messa de Requiem, el Coro Jacinto Guerrero tiene el placer de interpretarla junto al Coro de la Universidad Politécnica de Madrid y la Orquesta Filarmónica Española en dos lugares emblemáticos: la Catedral Primada de Toledo, y el Auditorio Nacional de Música de Madrid, bajo la dirección del Maestro Bauti Carmena.
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